Durante uno de sus tours, los hermanos Abd el-Rassul, que trabajaban como guías, identifican una serie de elementos de lo que podría ser una tumba. Al acercarse posteriormente para comprobarlo, efectivamente, se encuentran ante un sepulcro que no se ha tocado desde la Antigüedad. Esta no es una tumba cualquiera, sino que dentro se encuentran gran cantidad de momias, sarcófagos decorados y algunos tesoros que pertenecían a los ajuares de los reyes de Egipto. Comienza así un expolio mediante el que la familia Abd el-Rassul se enriquece al ir sacando poco a poco piezas de incalculable valor para venderlas. Sin embargo, la existencia de estas llega a oídos e los miembros del Servicio de Antigüedades Egipcias, presidido por Gaston Maspero, que se puso rápidamente a investigar la procedencia de estos objetos a nombre de reyes y reinas cuyos cuerpos no se habían hallado.